¿Qué significa evaluar? Motivación, competitividad, ansiedad

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Creo firmemente que la motivación es un pilar fundamental para cualquier actividad que una persona se proponga hacer. Ya sea aprender a cocinar una receta nueva, proponerse ir más asiduamente al gimnasio o, en nuestro caso, aprender una lengua extranjera, el principal motor que lleva a la consecución de esa actividad es la motivación. De hecho, en el aula de lenguas extranjeras la motivación ocupa un puesto de importancia superior al de otras cuestiones, pues es quizás la única característica de nuestro aprendizaje que decidirá si continuamos o abandonamos el estudio de lenguas extranjeras. Y pese a la importancia que tiene la motivación dentro del aula de idiomas, considero que le presta una atención insuficiente, y que los docentes deberíamos en el futuro tenerla mucho más en cuenta a la hora de dar clase.

El principal enemigo de la motivación que he visto personalmente es la ansiedad en el aula. Ya sea por razones que incumben únicamente al alumnado, como su bajo nivel de conocimiento y uso del idioma, su preferencia personal por evitar actividades de comunicación o cuestiones relacionadas con su historia personal; como por razones que incumben a la relación entre profesor y estudiante, en todos los casos la ansiedad se ve agravada cuando existe un proceso de evaluación oficial, con consecuencias tanto positivas como negativas en el proceso de aprendizaje. Todo esto visto incluso en la enseñanza del japonés, una lengua que a mi parecer tiene un componente vocacional y de interés personal muy alto en comparación con otras lenguas mucho más estudiadas.

Y es que pese a que el objetivo principal de un proceso de enseñanza-aprendizaje sea el propio aprendizaje, da la impresión de que se ha generalizado tanto por parte de profesores como de alumnos que la evaluación sea la razón y el fin por el que pasamos por dicho proceso. Es aquí donde entra el diseño curricular de las distintas asignaturas del sistema educativo español, cuyo currículo da una gran importancia a los métodos de evaluación. Al final es inevitable, puesto que hablamos de títulos oficiales expedidos por una institución gubernamental, que tiene que garantizar que esas certificaciones tienen validez en la realidad y que los conocimientos del alumnado se corresponden con dicha certificación. Sin embargo, por mi propia experiencia dentro del sistema público de enseñanza secundaria y de escuela de idiomas, creo que el aprendizaje en el aula se realiza con la evaluación como objetivo final que cumplir, una situación que debería ser justo al revés: que la evaluación sea un método para llegar al objetivo final, el aprendizaje.

Enlace a la web: https://ste-clm.com/lomloe-manana-se-aprueba-la-nueva-ley-de-educacion/

Sin embargo, según hemos podido observar en estas sesiones de clase del máster, la LOMLOE parece que trata este tema de la evaluación de una manera mucho más amistosa y simpática, teniendo en cuenta la cuestión psicológica del alumnado para garantizar que el proceso de aprendizaje ocurra como es debido. Así pues, pese a que siga existiendo la evaluación como instrumento que aplica unas consecuencias al alumnado, se añaden otros tipos de evaluación que no conllevan a priori consecuencias.

La evaluación diagnóstica por ejemplo, independientemente del momento del curso en el que se realice aleja la ansiedad y la presión por cumplir sí o sí con el mínimo competencial que se exige, y permite un uso más didáctico de la evaluación: valorar puntos fuertes y puntos a mejorar, asimilar tanto las respuestas correctas como los fallos, y poder tener un simulacro como ensayo para otras pruebas, evitando la ansiedad por saber cómo serán los exámenes de evaluación final.

La evaluación continua permite por otro lado quitarle el peso y la importancia que tiene un examen o prueba única en un día en específico, que podría salir mal por causas ajenas al estudio o proceso de aprendizaje del alumnado. Es poco probable una situación así, pero el mero hecho de pensar en ella como una posibilidad puede producir ansiedad.

En definitiva, parece que, según lo que hemos visto sobre el diseño curricular de la nueva Ley Orgánica, la LOMLOE (y otras leyes anteriores) van en un buen camino para hacer de la experiencia educativa un proceso centrado en el aprendizaje y no en la evaluación. Los trabajos de infografías, presentaciones y sobre todo, de evaluación "en sándwich" que hemos realizado para y junto a mis compañeros en estas sesiones sobre el currículo, los objetivos, competencias, criterios y métodos de evaluación tanto de secundaria, como de bachillerato y enseñanzas de idiomas de régimen especial, han servido justamente para ahondar en el foco en el que se centra la nueva ley: el alumno, su bienestar y la adquisición de competencias que le permitan desenvolverse y adaptarse a cualquier situación que se le presente en la vida. En mi caso, resulta indispensable la importancia de la evaluación puesto que, tanto en el trabajo en grupo como en la diapositiva individual, la hicimos sobre los objetivos de aprendizaje y criterios de evaluación en la etapa de bachillerato, y de la certificación de lenguas en EOI.

La enseñanza de idiomas se ve mucho más afectada que otras asignaturas por este sistema basado en competencias, puesto que además de los nuevos aspectos de la nueva ley educativa, su currículo de contenidos se ha adaptado siguiendo las directrices marcadas por el Marco Común Europeo de Referencia para las lenguas, que sirve de guía de capacidades específicas no solo para el aprendizaje formal, sino también para el autodidacta. Esta evaluación en base a objetivos a cumplir en situaciones determinadas hace que la aplicación de conocimientos sea algo protagonista en su nota, y creo que la consecución de estos objetivos mejoraría significativamente la motivación del alumnado.

Pero como todo, por mucha especificación tanto en los decretos como en los currículos, el verdadero cambio en el aprendizaje comienza por aplicarlo dentro del propio aula. Y ustedes, ¿qué piensan sobre la nueva ley y su aprendizaje basado en competencias? ¿Creen que la evaluación en base a este sistema mejoraría tanto el aprendizaje como la motivación bajando sus niveles de ansiedad?


Comentarios

  1. ¡Hola Jonay!. Antes de nada, ¡feliz año nuevo!

    No puedo evitar sentirme representado con lo que describes en tu entrada. Enfocándome en la etapa de educación secundaria, como bien mencionas, también considero que la presión a la hora de examinarnos en una prueba o examen puede ser la causante de muchos agobios en el alumnado. Haciendo alusión al aprendizaje condicionado por asociación y repetición de estímulos de la asignatura de Desenvolvimiento Psicológico, el mero hecho de "jugárnosla" en un único examen provoca que hasta la misma palabra tenga una connotación negativa. Por poner un ejemplo personal, cuando estaba en primaria, el profesor evitaba decir esa misma palabra, prefiriendo denominarlos "controles".

    Y es que al fin y al cabo, los exámenes no dejan de ser eso, controles. No obstante, no para el alumnado, pues para ellos/as más bien son vallas que deben saltar para no quedarte por detrás de sus iguales.

    Enfocándome en las competencias, considero que una capacidad que debemos tener todos y todas es la de manejar los nervios, la presión y, quizás por encima de esos dos conceptos, la administración del fracaso. Por experiencia propia, las veces que más aprendí fue en las que me equivoqué (un ejercicio mal hecho en clase, un examen suspenso, una presentación...), pues poco hay que aprender de lo que ya sabemos hacer bien.

    Comparándolo con el deporte, el hecho de tener 5 o 6 pruebas al año, siendo la más importante la última, hace que que tengamos que aprender sí o sí a gestionar el hecho de tener "una única bala", pues si es cierto que unos pocos nervios y tensión te pueden venir bien, demasiados son más que negativos.

    Al fin y al cabo, si nos sentimos con presión o nervios respecto a algo, es porque nos importa. Debemos ser conscientes de que eliminar esa sensación es casi imposible, por lo que quizás no nos quede más remedio que saber administrarla y convivir con ella.

    De nuevo, ¡muchas gracias por tu entrada!

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  2. ¡Hola Jonay, y feliz año!
    Comparto totalmente tu opinión sobre el valor de la motivación a la hora de emprender un proceso de aprendizaje, que al fin y al cabo es una inversión de nuestro tiempo, dinero y energías, entonces, ¿qué mejor que difrutar del camino? Sin embargo, es verdad que no siempre nos paramos a pensar en el impacto que tiene la motivación en los resultados académicos, así como suele pasar con otros factores más "emocionales", como la misma ansiedad que mencionaste.
    Como hemos podido observar a lo largo de la carrera, muchos de nuestros compañeros que en un primer momento se sentían altamente motivados para aprender japonés, se vieron hundidos y acabaron detestando la lengua y su cultura debido a su experiencia en las clases; evidentemente, la forma de evaluar y de impartir los contenidos tuvo un impacto negativo en el factor motivacional de algunos alumnos, además de otras fuentes de frustración y angustia que surgieron debido a la pandemia. Podemos decir que, en efecto, en esta situación se prefirió evaluar y llevar a cabo el proceso de aprendizaje de manera estandarizada, haciendo caso omiso de las señales de insatisfacción que manifestaba el alumnado. Personalmente, entiendo que debe ser difícil modificar un sistema de evaluación en base a exigencias inesperadas, sobre todo conociendo de primera mano los rígidos modelos de la Fundación Japón, tan arraigados entre los profesores japoneses. Sin embargo, considero que mostrar un poco más de compromiso hacia el bienestar de los alumnos o, por lo menos, darles un espacio para expresarse libremente sobre sus dificultades con el aprendizaje de la lengua, hubiese podido revivir esa motivación inicial que a tantos nos empuja a estudiar lenguas asiáticas.
    Como tú mismo has dicho, es una rama de estudios altamente vocacional, y cada alumno muestra un rango de intereses que varía desde el manga/anime, el arte, la literatura o la mitología; si planteamos estos intereses personales como recursos de aprendizaje, el resultado podría significar unas clases mucho más dinámicas, variadas y llamativas para sus alumnos, además de abarcar en mayor medida elementos culturales de diferentes categorías. Por desgracia, la incompatibilidad de estos conocimientos no canónicos con las estructuras académicas, limitadas por los estándares de tiempo, de temario y de evaluación numérica, derivan a menudo (y no sólo en nuestra carrera) en una enseñanza repetitiva y en ocasiones completamente desligada del foco de interés de los alumnos, quienes luego serán evaluados según patrones que conocen perfectamente, pero que no sienten suyos.
    Echando la mirada atrás, no considero que mi experiencia aprendiendo japonés haya sido negativa, ya que tuve la suerte de poder mantener mis ganas de aprender relativamente estables, pero reconozco que, de haberse planteado de una manera colaborativa, en la que los estudiantes pudiésemos aportar a la enseñanza, el resultado habría sido increíblemente positivo.
    Confío en que, en un futuro, los docentes seamos capaces de mirar más allá de la evaluación numérica y/o estandarizada, y que apreciemos todo tipo de compromiso con el aprendizaje como muestra de su propia adquisición.

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  3. Hola Jonay!
    Tu entrada me ha parecido muy interesante, y creo que la manera en la que la has relacionado con la lengua japonesa, su enseñanza y aprendizaje aporta una dimensión muy importante al proceso de enseñanza – aprendizaje de esta lengua.
    Creo que las preguntas que planteas requieren de mucha reflexión. Por una parte, el aprendizaje basado en competencias tiene muchísimos aspectos positivos. Permite al profesorado centrarse en la adquisición de todo lo que incluye cada una de esas competencias y del proceso que el alumnado lleva a cabo para alcanzarlas.
    Además, debería, en principio, aliviar la carga, tanto a profesorado como a alumnado, de la nota numérica en base a única prueba. Ya que el aprendizaje se ordena alrededor de competencias, no debería ser tan determinante el resultado de un examen (final o parcial), puesto que el aprendizaje sería constante y fácilmente observable. Sin embargo, la realidad dista mucho de ser así. Creo que el aprendizaje por competencias es una iniciativa interesante y que merece la pena aplicar, pero solo si realmente va a significar que serán estas competencias las que se tendrán en cuenta. De poco sirve motivar un aprendizaje basado en competencias si, al final de todo, lo único que se pone en valor es la nota de un examen de corte teórico.
    Creo que merecería la pena motivar una evaluación diferente en relación a este sistema de competencias. Se relacionaría también con el tema de la ansiedad que comentas, ya que, seguramente, sin un examen teórico para el que el alumnado debe prepararse al máximo ya que constituye su casi única oportunidad de aprobar la asignatura, el aprendizaje sería mucho mayor y no causaría tanta angustia en general.
    Creo que es muy importante que, como futuros docentes, debatamos sobre estas cuestiones. Todavía queda mucho que investigar, probar y remodelar en el sistema educativo, y es emocionante ver que nosotros mismos podremos llegar a formar parte de un posible cambio a mejor.

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